Permanente alarma de maldades ajenas
Con algo más de experiencia como productora, y de conocimiento sobre la trastienda del sector audiovisual, voy constatando que mi intuición consultora era ya bastante acertada hace un año.
Y veo también que las diferencias con otros sectores se difuminan en un generalizado clamor de cambio, tan difuso como excluyente, en el que cada cual trata de construir su propia Arca de Noé.
Igual es bueno dejar que zarpen los selectos para que el panorama de despeje y el resto podamos construir en medio de la Nada. Esa era la imagen de fondo cuando mandé mi colaboración para el Anuario que acaba de publicar la Academia Galega do Audiovisual. Aquí lo dejo, traducido y con enlaces.
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En medio de la nada
Conviene desconfiar por sistema tanto de lo que se pretende “normal” como de lo que se dice “especial”, y no importa si hablamos de personas, de sectores, o de modelos de negocio. Porque no es un problema de lenguaje sino de conceptos/tapadera para enmascarar, y enmarañar, la pluralidad de opciones y la diversidad. O dicho más sencillo, nos guste o no, las cosas han cambiado.
La “normalidad” es una quimera en la que cada vez caben menos personas y/o proyectos, una negación de esta dinámica realidad que nos ha pillado con el paso cambiado. Y en esta permanente alarma de maldades ajenas, recortes y prohibiciones no estamos queriendo sabiendo ver que no habrá nuevo paradigma sino un espacio donde todos los outputs posibles son posibles… un espacio de comunidades cambiantes.
En la lucha entre lo abierto y lo cerrado habrá muchas bajas (grandes y pequeñas) pero quedarán lugares interesantes que la gente ocupará: nuevos modelos organizacionales con remezclas ingeniosas y con importante potencial de nuevos modelos económicos. Pero es difícil encontrar las nuevas grandes ideas en los mercados principales o en los cauces oficiales, así mientras los grandes estudios y redes de salas de cine de Estados Unidos ponen a prueba al público con nuevas fórmulas que incluyen entradas ‘vip’ a precios de oro, el expresidente de los productores españoles abogaba recientemente por acuerdos para la reducción de precios:
Ahora estamos en buena sintonía con las patronales de exhibición y distribución y creo que debemos actuar para recuperar espectadores, tenemos que utilizar la palanca del precio. Si el que paga piensa que la entrada de cine es cara entonces debemos activar una política de precios agresiva para hace que vuelva al cine
¿Recuperar espectadores? Ahora, que hay prisa por encontrar soluciones, en los análisis se cuelan las rebajas y el debate funde a negro en inútiles confrontaciones que eclipsan lo importante: ¿a dónde se han ido los espectadores? ¿a dónde nos hemos ido?
Tomemos por ejemplo la palabra transmedia, que ha quedado obsoleta sin haber llegado a calar en algunos sectores. Es lo de siempre, pensamos que las soluciones provienen de nuestra propia capacidad de estudiar sensatamente la realidad discernible, pero el mundo ya no funciona así. Incluso cuando nos resistimos a lo evidente, estamos creando realidad. El arte y la cultura no tienen problemas, los conceptos y la viabilidad de los modelos económicos sí.
Audiovisual implica tecnología, técnica, narrativa, talento… Pero sobre todo hacer uso del lenguaje, buscar las claves del relato para contar y sintonizar. No es suficiente con poner en marcha toda la operativa técnica, es imprescindible traducir intereses para hacerlo accesible en los diferentes canales, que no sólo cuentan con sus propios códigos sino que se retroalimentan. La transmisión de ideas a multimedia ya no responde sólo a formatos: depende, sobre todo, de los hábitos.
La mirada debe ser a un contexto más amplio porque el poder del audiovisual reside ahora en su capacidad para ser cotidiano, en el potencial de transmitir atendiendo diferentes tipos de demanda que, en plena transformación social, hace suyas las herramientas y los canales para transformar la agenda mediática. La(s) audiencia(s) tienen mucho que decir, de ahí también la paradoja de la abundancia porque la audiovisualización del mundo va en paralelo a la fragmentación de audiencias y a la necesidad de captar atención.
Los cambios no son fáciles hasta que resultan naturales pero todo empieza por aceptar que lo “normal” no existe y que lo “especial”, que suena a privilegios, ya no está bien visto. De momento parece que estamos en medio de la nada, que tampoco es tan malo porque permite elegir. Ahí el reto… y la oportunidad
No sé si alguna vez te he contado esta historia, pero como es pertinente, espero disculpes la reiteración si es el caso
Hace diez años, en el 50 aniversario del cineclub FAS de Bilbao (el más antiguo del país aún en activo) hicieron una serie de mesas redondas de las diferentes secciones del cine (directores, productores, críticos, distribuidores, etc…). Recuerdo la de los exhibidores, había 3 gerentes de empresas, uno de ellos era el actual presidente de la Academia, Enrique González Macho, y otro el gerente de la en aquel momento mayor empresa de distribución cinematográfica en Bilbao (el antiguo Circuito Coliseo). No recuerdo al tercero, pero los tres coincidieron en un discurso clarificador, después de haber llorado lo suyo por las condiciones de exhibición que imponen las distribuidoras norteamericanas y por lo fatal que iba todo (¡en 2003!): que lo suyo eran empresas con ánimo de lucro, que lo suyo no eran ongs, que lo suyo no era el tener que educar a nadie ni cosas por el estilo, sino la explotación de un negocio, y que lo que hacían falta eran sólo buenas películas, que lo que se hacía en aquel momento era muy flojo… Vamos, que dejaban un sitio inexistente a la innovación o a la renovación de su clientela, y sin embargo tenían muy claro que les agobiaban los yanquis y que el cine que les llegaba era todo él penoso.
El Circuito Coliseo tiene hoy sólo una sala de multicines, y a González Macho ya sabemos qué le ha pasado, aunque en su caso sea mucho más matizable que no haya intentado novedades.
¿Dónde se han ido los espectadores? Pues donde no los tratan como borregos!
Siii, exactamente el domingo 14 de abril de 2012, en una magnífica sobremesa tras una aún mejor comida en Bilbao. Yo venía de Suances y casi de noche cogí el coche de regreso, ¿te acuerdas?
Más de una vez estuve por preguntarte porque no recordaba los detalles así que me alegra que la traigas aquí. Supongo que si Iago lee tu comentario hará algún añadido, como el no haber actuado cuando el futbol invadía todos los espacios en las TV y aceleraba la pérdida de ciertos hábitos.
Si ahora retomáramos aquella conversación, añadiría alguna anécdota jugosa. Este año y medio me ha dado algún conocimiento sobre (como decía en el post) la trastienda del sector. La crisis va dejando caer algunas Máscaras pero quedan tantas… 😉
Gracias Goio!
Sí, claro que me acuerdo de aquel día. Es lógico que te lo hubiera contado, pero yo ya no lo recordaba. Y lo del fútbol me parece más que correcto, desde luego. Lo que yo vi en aquella sala indicaba que era un sector prácticamente analfabeto ante los retos que tenían por delante, tanto los puramente sectoriales como los generales. ‘Deseducar’ a la población ha tenido sus efectos, y que no lo vieran forma parte de su problema como empresas/modelos de negocio, no era cosa de pelis malas ni de ser ongs. Se trataba de hacer mercado/clientes a largo plazo.
No sé donde he leído hace poco que el cine como lo conocemos es un ente de cuatro patas completamente necesarias: industria (personal capacitado, tecnología suficiente), financiación (dinero), público (consumidor, mercado), crítica (comunicación, cultura). El autor sostenía que cuando la cinematografía de un país tiene una falta en alguna de estas patas, suele entrar en decadencia, arrastrar a las demás y dejar un panorama de difícil salida.
Muy interesante el último párrafo. Esta conversación se merece una reseña específica en el blog de IG como «anotaciones para nuevas realidades».
Muchas gracias por la aportación Goio.