Consultoría y realidades

¿Renunciar a construir un propio orden?

Aunque tendemos a intelectualizar nuestras rebeldías y vestirlas con argumentos políticamente correctos, creo que tienen, por suerte, mucho de visceral. Es decir, sigue habiendo mucha humanidad e intuición en nuestro comportamiento.

El caso es que, quizá para contrarrestar tanta lectura en pantalla, he vuelto a cerrar el año comprando unos cuantos libros, en papel, para sumergirme en lecturas a la antigua. Sí, soy de esas personas irreverentes que subrayan, escriben notas y doblan esquinas. Y empecé por el que, aparentemente, menos relación tiene con mi trabajo: Arquitectura de las pequeñas cosas.

No recuerdo exactamente en qué momento llegué a Santiago de Molina, supongo que a través de alguna búsqueda en el proceso de indagación desde que empezamos contemplar y escuchar a la ciudad como ámbito de análisis.

Pero desde entonces, no sólo he aprendido y aprehendido mucho de su mirada, llegando en ocasiones a referenciar amplias citas de sus artículos en nuestra bitácora de viaje, sino que cuando me siento cansada por saturación, me voy a su blog, Múltiples estrategias de arquitectura y, a partir del último artículo, me regalo una buena ruta de oxigenante lectura a través de los enlaces cruzados que con tanta habilidad introduce.

¿Qué esperaba de este libro?

Pues exactamente lo que inspira su título: devolver mi mirada a las “pequeñas cosas” que nos rodean. Pero claro, su mirada incorpora la transversalidad de la historia que nos cuenta el arte, la de los requiebros en la evolución de la arquitectura, la del diseño de lo cotidiano… ¿Cómo, si no, se puede pensar en la importancia y evolución de los muros, en la contraposición cómplice de suelo y techo, en las ventanas como primer adorno o en que “la pintura de lo cotidiano pone el foco en el instante”?

La mirada que busca subvertir la realidad es que insufla espíritu a lo cotidiano. […] ¿Puede construirse una poética operativa de lo cotidiano desde las cosas que tenemos a nuestro miope alcance? ¿No nos interpela cada uno de los elementos constitutivos de la propia habitación diaria a hacer lo mismo?

[…] Renunciar a construir un propio orden, sea biográfico, sentimental -o al mismo desorden- supone renunciar a una de las pocas oportunidades del verdadero habitar cotidiano.

Normalmente subrayo para encontrar con mayor facilidad algo que me ha gustado , pero en este caso también he transcrito las notas que me han desafiado a reflexionar. Pero, ¿cual elegir? Pues dado este mundo indiscreto que nos absorbe, me han atrapado especialmente las relacionadas con los muros y las puertas.

Puertas como pegamento

Pág. 134

“La planta es una sociedad de habitaciones”

El modo de sutura, los ligamentos que mantienen fuertemente vinculadas las habitaciones cotidianas, los preciosos diafragmas y válvulas que regulan la transferencia y los intercambios entre el cosmos interior y el exterior, conservan e desgastado nombre de puertas. Al espacio y el tiempo necesario para “cruzar” a su través seguimos denominándolo umbral.

Pág. 135

[…] Rodeados de lo inmediato, de lo vertiginosamente instantáneo, todo acceso, aun conservando su ineludible necesidad, parece haber perdido su condición ritual. Si los umbrales suponían fuertes procesos de aclimatación psicológica, antropológica y cultural entre diferentes esferas existenciales, si requerían un tiempo y de un espacio específicos, la contemplación y creciente indiferencia entre el dentro y el fuera ha terminado por fundirlos bajo la invisibilidad del clic y del ahora.

Pág. 136

A menudo se olvida que la disolución de los umbrales, la destrucción del poder simbólico de las puertas, conlleva importantes consecuencias en el modo en que ocupamos el mundo. Hoy los pasos fronterizos, la entrada a edificios públicos e incluso el acceso al más modesto hogar han sustituido, o vaciado, muchos de los signos atávicos. Reconocimiento facial, claves alfanuméricas, cámaras de seguridad, medidores biométricos y un complejo mundo de oculta tecnología han suplantado a las viejas cancelas, a las llaves, los porteros y hasta los tiradores de las puertas… Considerar estas pérdidas como un romántico alegato hacia los objetos y las profesiones relacionadas con los umbrales sería un ejercicio de pura nostalgia si no fuese porque tras ellos y sus ritos asociados se ocultan poderosas fuerzas psicológicas para la construcción de la intimidad.

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2 comentarios

    1. Gracias Manel 🙂
      Igual que alguna de esas recomendaciones que tú nos haces, es un libro que te permite ampliar la mirada y recuperar lo importante de los puntos de vista. Como subir a un mirador y permitirte reflexionar un rato…
      Unha aperta!

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