Otras miradas

Los heroicos pececillos de Brecht

Tiburones y cultura

El efecto distanciamiento (o extrañamiento para ser mas exactos) es uno de los conceptos que incorporé en mis lecturas juveniles. Y aunque Brecht lo aplicaba al teatro, en toda su obra se refleja ese impulso al espacio emocional necesario para poder reflexionar sobre la realidad que consideraba cambiante. Una obviedad que ya no cuestionamos en estos tiempos líquidos.

Supongo que de esa interiorización viene la media distancia o el distanciamiento deliberado al que suelo aludir, como recordándome la necesidad de tener perspectiva para afinar la visión. Pero en realidad es una de sus Historias de almanaque la que se coloca en primera línea de mis debates internos cuando presiento el efecto boomerang en la exaltación (¿provocada?) de los sentimientos. El sufrimiento, sobre todo si es colectivo,  no deja pensar.

Si los tiburones fueran personas

Si los tiburones fueran personas harían construir en el mar unas cajas enormes para los pececillos, con toda clase de alimentos en su interior, tanto vegetales como animales. Se encargarían de que las cajas tuvieran siempre agua fresca y adoptarían toda clase de medidas sanitarias. Si por ejemplo, un pececillo se lastimara una aleta, le pondrían inmediatamente un vendaje de modo que el pececillo no se les muriese a los tiburones antes de tiempo. Para que los pececillos no se entristecieran, se celebrarían algunas veces grandes fiestas acuáticas, pues los peces alegres son mucho más sabrosos que los tristes.

Por supuesto, en las grandes cajas habría también escuelas. Por ellas los pececillos aprenderían a nadar hacia las fauces de los tiburones que andan perezosamente tumbados por alguna parte. La asignatura principal sería, naturalmente, la educación moral del pececillo.

Se les enseñaría que para un pececillo lo más grande y lo más bello es entregarse con alegría, y que todos deberían creer en los tiburones, sobre todo cuanto éstos les dijeran que iban a proveer un bello futuro. A los pececillos se les haría creer que este futuro sólo estaría garantizado cuando aprendiesen a ser obedientes. Los pececillos deberían guardarse muy bien de toda inclinación vil, materialista, egoísta y marxista; y cuando alguno de ellos manifestase tales desviaciones, los otros deberían inmediatamente denunciar el hecho a los tiburones.

Si los tiburones fueran personas, también habría entre ellos un arte, claro está. Habría hermosos cuadros a todo color de las dentaduras de los tiburones y sus fauces serían representadas como lugares de recreo donde se podría jugar y dar volteretas. Los teatros del fondo del mar llevarían a escena obras que mostrasen a heroicos pececillos nadando entusiásticamente en las fauces de los tiburones y la música sería tan bella que a su son los pececillos se precipitarían fauces adentro, con la banda de música delante, llenos de ensueños y arrullados por los pensamientos más agradables. Tampoco faltaría la religión.

Ella enseñaría que la verdadera vida comienza verdaderamente en el vientre de los tiburones.

Y si los tiburones fueran personas los pececillos dejarían de ser, como hasta hora, iguales. Algunos obtendrían cargos y serían colocados encima de los otros. Se permitiría incluso que los mayores se comieran a los más pequeños. Eso sería delicioso para los tiburones, puesto que entonces tendrían a menudo bocados más grandes y apetitosos que engullir. Y los pececillos más importantes, los que tuvieran cargos, se cuidarían de ordenar a los demás. Y así habría maestros, oficiales, ingenieros de construcción de cajas, etc. En pocas palabras, si los tiburones fueran personas, en el mar no habría más que cultura.

Lo que despista a los tiburones es esto de la desintermediación y la creación colectiva. Y es lo que nos anima al resto.

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12 comentarios

  1. Y, pregunto, (porque no sé si he entendido muy bien todo esto más allá de la parábola de los pececillos): ¿La generación de escasez no afecta también a la creación colectiva de contenidos?. O dicho de otro modo: al crear su propia subcultura underground (en este caso undersea) no adquirirán, nuestros queridos pececillos, maneras de tiburón? ¿Qué es cultura bajo el mar y qué es cultura impuesta por los tiburones? ¿Cómo las distinguimos? Y lo que es peor: me encanta el sushi ;P
    Un abrazo.

    1. Siempre tu perspicacia Daniel 😉

      Embarcados en lo que tontamente creíamos Cultura, se nos ha olvidado que “cultura” es el conjunto de saberes, creencias y pautas de conducta de un grupo social, incluyendo los medios materiales que usan sus miembros para comunicarse entre sí y resolver sus necesidades de todo tipo.

      En el pretendido elitismo del desarrollo 🙁 fuimos dejando que la riqueza que implica el verdadero significado de “cultura” se fuera relegando al permitir su definición por oposición o por subclases. No me digas que no es de locos decir “cultura popular” puesto que querría decir que la otra es “impopular”. Y sin embargo es justo todo lo contrario: es la que pagamos entre todos de una forma u otra (y bien cara que nos sale) y sirve de escudo social y argumento rebote.

      Mi bautismo de fuego, y mi ejercicio de humildad, en esto del concepto intelectualizado, lo llevé hace tiempo con una serie de post de Gonzalo Martín que fueron confluyendo en este: ¿Cultura? ¿Qué cultura? Tanto las conversaciones que enlaza como los vídeos del Profesor Repronto que incluye, no tienen desperdicio.

      Pero por otra parte en el post hablo de sentimientos y del sufrimiento de la ciudadanía. Lo que creo es que esos sentimientos nos los hemos estado dejando robar al permitir ese elitismo que nos borraba del mapa. Nos dejamos embaucar añorando los salones que ahora ya no podemos mantener. Y renunciar a la cultura en su más amplio sentido es renunciar a tener voz.

      Pero no me gusta el lamento continuado y victimista, ya me conoces. Menos llanto y más acciones. Los sentimientos deben estar siempre en primera línea, no sólo cuando duele.

      ¿Volveremos a hacer lo mismo y generar nuevas y artificiales escaseces? Es posible, está en la naturaleza humana, pero esos nuevos conceptos que cito al final están cambiando el tablero de juego. Ahora cabemos muchos más 😉

      Gracias por darme pie a completar mi divagación. Me daba pena robarle arriba el protagonismo al amigo Bertolt.

      Abrazos!!

  2. Nunca he conseguido que Brecht me entre bien, aunque tal vez haya leído poco de él. Es en exceso ideologizado, no me deja sitio (‘distancia’??) para respirar, aunque razón no le falte según los casos…

    1. Ja, ja, ja… Este comentario es la «venganza» (dicho en broma y con cariño) de lo que yo he dicho en tu blog sobre Auster. Está claro que lo que no entra, pues no entra. Porque lo de la ideología ¿no me dirás que no está por todas partes? Todo lo es Goio.

      Brecht entró en mi vida cuando aun estaba en bachiller, mira tú si era una época ideologizada, y me cautivó su rebeldía. Es decir, no tanto lo que decía como su capacidad para cuestionar y romper normas.

      Y yo pregunto, este pensar generalizado sobre que «saldremos de esta crisis» (para volver a lo conocido) ¿no crees que es muy similar a lo que él criticaba? Esa añoranza de «clase media» recuerda mucho a aquella burguesía. En realidad nadie quiere cambiar nada, solo que esto pase para volver a lo siempre.

      Y el tema de la cultura y “lo social” me cabrea, lo sabes. ¿Dónde estaba ese pensamiento de “lo social” todo este tiempo? ¿Dónde los sentimientos? ¿De verdad fue el anterior gobierno “mas social” mientras mantenía las mismas estructuras de la economía? ¿No es la etiqueta de “lo social” y la de “las emociones” algo que vende?

      Adoro la palabra “coherencia” tanto como odio la palabra “moda”. Y, en el medio, el cuestionar, cuestionar, cuestionar… para encontrar la forma de innovar-nos de verdad.

      Abrazos!

      1. Claro que todo es ideología, faltaría más, y ya sé que metidos en estos berenjenales puede empezar a discutirse que Brecht hablaba claro y que eso es mejor que los que tienen melifluas intenciones, las que él además reconocía a la burguesía de su tiempo. Pero sigo pensando que la transposición de ello a su propio arte agobiaba un tanto. No es el único autor del que lo pienso, casi siempre tengo problemas con todos los que llevan su marxismo hasta la primera línea de frente, por así decir.

        desgraciadamente, parte de tu comentario lleva a lo que puede ser una realidad, que el hecho de que las palabras de Brecht puedan ser un síntoma de que los tipos de respuesta se ajustan según los tiempos. Y sus tiempos fueron preludio de los peores nunca vividos. Esperemos que no pase, esperemos que incluso desde la parte más baja de la sociedad seamos capaces de canalizar bien las frustraciones y necesidades. No hay actores de todos modos para esto, ni siquiera creo que habrá liderazgo individual que lo lleve adelante (y mejor), tal vez sea una masa que siguiendo el mismo concepto que mencionas, deba comportarse líquidamente para llegar a una nueva realidad. Pero vamos, yo sí creo que tampoco podemos caer en cierto derrotismo y manejar a todos por igual. No creo que pueda reconocer de ninguna manera que el gobierno actual pudiera compararse al anterior en lo social, por lo que me toca (incluso personalmente). Más allá de sus errores técnicos también en ese punto (cómo se pagaría) o de la hipocresía moral que muchos de sus cuadros mantuvieran en su relación con el dinero o con lo público, o, posiblemente peor, de la falta de visión para cambiar o modificar esas reglas sociales, el juicio no me resulta correcto. A fin de cuentas, ¿si estuviéramos como Alemania, sin crisis, sin la deuda disparada, tendríamos una sociedad mejor, más coherente, menos aburguesada en lo peor? ¿estaríamos teniendo estas conversaciones? Seguramente no. Y sí, deberíamos pedírselo al gobierno tenerla, liderar el futuro, y demás. Los alemanes lo hicieron, pero porque a principios de siglo las pasaron canutas; es decir, incluso ellos re-accionaron. Eso sí, la coyuntura exterior les favoreció. Con ello no digo que seamos víctimas del fatalismo, claro…

        1. Conflictivo poner algunas cosas en palabras, ¿verdad? Me ocurre lo mismo, es terrible enfrentarse a ciertas realidades y evidencias. Pero antes de nada no carguemos contra el pobre Bertolt por lo del marxismo, hay que respetar la cita aunque igual si le preguntáramos ahora su opinión sería otra (o los incluiría con los tiburones).

          Mi interpretación sobre Brecht es un poco diferente. Digamos que “intento” conceptualizar más que interpretar, puesto que “leer sobre” (aunque sea mucho y a fondo) no es lo mismo que vivirlo. En realidad lo que siempre me interesó de Brecht era lo que te comentaba antes, la capacidad para cuestionar y su coherencia en el vivir. Porque ya sabemos que hay mucho experto en “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”.

          Me choca esta frase: “la parte más baja de la sociedad seamos capaces de canalizar bien las frustraciones y necesidades” No creo que tengamos derecho a usar la primera persona porque la parte más baja de la sociedad no tiene oportunidad de intelectualizar o debatir sobre ciertos problemas, creo que está mucho más abajo en la famosa pirámide de Maslow.

          Por supuesto que no podemos caer en el derrotismo pero, ¿no crees que hacia ahí nos lleva el lamento continuado? Pero enumeremos, textualmente, la parte de tu argumento que se refiere al gobierno:

          1. “Errores técnicos”
          2. “Hipocresía moral de muchos de sus cuadros en relación al dinero y a lo público”
          3. “La falta de visión para cambiar o modificar reglas sociales”

          No se trata de si estoy emitiendo un “juicio correcto”, quien juzga es la ciudadanía con el voto y la realidad con sus evidencias, ¿no? Otra cosa es comprobar que hemos ido de mal en peor, pero incluso eso es doblemente cabreante porque hacer mal determinadas cosas es todavía peor que no hacerlas. Porque no hay que olvidar que a toda acción le corresponde una reacción, y lo estamos viviendo

          Hay que tener mucho cuidado con los temas importantes (y los que afectan a las libertados lo son) porque lo que puede parecer una iniciativa estratégica puede ser, muy fácilmente, una “iniciativa de pendiente resbaladiza”, aquellas que si consiguen provocar algo, desatan otros efectos de forma imparable (por ejemplo, la evaluación de las escuelas => recorte de subvenciones a las malas => fomento de las privadas => abandono de las públicas).

          Respecto a Alemania, sobre el papel no tienen crisis de deuda pero las de los demás les pueden llevar a la quiebra. Sobre todo teniendo en cuenta que una gran parte de su mercado exterior está en la propia UE, la misma que se está empobreciendo a pasos agigantados.

          Uf, vaya tema para una noche de domingo. No sé si no tendremos pesadillas…

          1. huy, yo he dormido estupendamente, me fui al cine a ver ‘Reality’, una farsa costumbrista a la italiana sobre un pescatero con la ilusión insana de entrar a Gran Hermano como sea para solucionar su vida y…

            obviamente esa frase en primera persona está mal expresada, fruto de la prisa escritora me temo. Quicir que en el modelo social/económico que surja de todo esto (ya no lo llamo ni nuevo, aunque supongo que lo será, porque eso de la ‘novedad’ parece tener un sesgo positivo que tal vez no sea cierto) debemos ser capaces de canalizar todo lo que está pasando especialmente en esa capa baja ‘en aumento’, y cuyos flecos ya nos van tocando a los que podemos pensarnos en la horquilla de la clase media. Y con canalizar no quiero decir manipular ni caer en un paternalismo ilustrado, sino también de aprovechar esa energía latente, y saber tender puentes. Yo creo que hay iniciativas en esa dirección, varias de ellas desgraciadamente muy apegadas a recursos público menguantes (y en los que los recortes no distinguen entre polvo y paja), pero otras también procedentes de esas capas que son muy ilustrativas y pedagógicas. Vamos, que me creo mucho más la economía social cuando viene directamente del sitio en que lo social está de siempre impuesto a lo económico.

            sí, je, dejemos al pobre brecht. Yo lo veo un poco hijo de su tiempo, y le entiendo. Entiendo perfectamente a los marxistas convencidos, y más en su contexto, cómo no, y ese valor de coherencia es a priori bueno (el a priori es intencionado, cuidado cuando la coherencia lleva al inmovilismo). Mi mayor reparo no es necesariamente el ideológico, ni mucho menos. Mi reparo es a la expresión del mismo en la obra artística.

            pero vamos, supongo que podríamos pasarnos horas y horas alrededor de todo esto. ¿Debe no diré el marxismo sino ya el sindicalismo -para simplificar y alejarnos de los precedentes históricos que dejaron al marxismo como modo de gobierno por los suelos- luchar por mejorar las vidas de los trabajadores y a la vez conseguir que no se aburguesen? ¿Pone las bases para que lo segundo no suceda? Mmmh… ¿acaso consigue lo primero, argh??? ¿Y tiene pajorera idea de lo que significa conseguir lo segundo??

            1. ¡Que buenas preguntas Goio!

              Mientras estamos manos a la obra para ir cambiando hacia esas nuevas realidades (o modificadas que igual ya llega) vamos generando buenas líneas para nuestro siguiente debate. Lo cual es siempre un placer 😉

              Un abrazo!

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