Consultoría y realidades

En la pista de baile

Una cuestión de ritmo

De siempre, asocio el mes de agosto a una desagradable sensación que no me es fácil precisar. Algo similar al silencio doloroso que te invade cuando callan de repente los altavoces en una discoteca.

Hay una pregunta habitual en esta época: ¿A dónde vas de vacaciones? Aunque también es cierto que suele ser mero trámite para que alguien te cuente sus planes, que suelen incluir algún viaje por corto o cercano que sea. Porque parece haber acuerdo unánime en esa necesidad de romper las rutinas alejándose, pero yo no lo tengo tan claro.

Vacatio, de donde procede el término vacaciones, significa vaciamiento y suspensión de las actividades normales, pero ahí mi primera duda porque normal y habitual no significan lo mismo. A lo largo del año, siento a menudo la necesidad de escapar, de alejarme de todo para encontrar ese vacío idealizado donde, al parecer, vamos a encontrar las respuestas y soluciones que nos faltan. Y la primera pregunta es, ¿por qué no lo hago?

Cada vez percibo con mayor nitidez que el alejamiento que necesito no se refiere a lo externo sino a mi misma, puesto que soy la (i)responsable que se deja tejer en asuntos y rutinas que saturan y no aportan. Y eso no es algo que se arregle con rupturas temporales porque lo «habitual» va a seguir estando ahí a la vuelta. Se diría que lo que mucha gente busca no es vaciarse sino generar olvido de su rutina.

Con la mirada puesta en septiembre, mis objetivos para este mes de agosto se refieren a las pequeñas cosas que llevan años en la recamara del «algún día». No quiero grandes distracciones que me alejen de esa a-normalidad que tanto me agota y debo revisar.  Hay un ritmo propio que me impulsa a dejar ruidosas pistas de baile ajenas porque lo que sí tengo claro, es que me gusta bailar.

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9 comentarios

  1. Si se trata de “suspender actividades normales” entiendo porque algunos vemos algo raro en eso de las vacaciones [aparte de que me educaran teniendo vacaciones cuando “aprobaba” ;)] porque uno puede haber tomado la opción de convertir su día a día en algo absoluta y deliciosamente anormal [y no exagero]. El problema de necesitar vacaciones no estriba tanto en que vengan de tarde en tarde como en el hecho de haber caído en una rutina que las haga tan necesarias…a fin de cuentas no dejan de ser un invento de la modernidad. Me gusta el enfoque de “vaciarse” que nos desvelas…ahí si le veo un sentido…

  2. Manel, ¡Viva lo absoluta y deliciosamente anormal! Yo de eso descanso fácil. 😉
    Lo que no me gusta son las intromisiones de «normalidad ajena», ni en mis tiempos de trabajo ni en los de descanso. Pero fíjate que ahí se nota la generación a la que pertenecemos, yo sacaba muy buenas notas pero lo de ser la chica entre tres hermanos no daba mucho margen.

    Me gusta más hablar de «cargar pilas» que de vacaciones. Anarquía creativa, que le llamo yo, pero creo que no soy la única, así que seamos creativamente anárquicos… y sigamos…

  3. Isabel: ¡Qué sentimiento tan sobrecogedor el de leer y afirmarse, a uno mismo, que está de acuerdo con todas y cada una de las palabras! Siempre he entendido esa necesidad de evasión como respuesta hacia una ansiedad interna, que no se soluciona marchando a otro lugar. Las vacaciones son un magnífico periodo para encontrar la respuesta a la pregunta ¿por qué necesito vacaciones?, y solucionar, si es un problema, esa necesidad. Irse de vacaciones (ese tópico que la gente no deja de preguntar, igual que se dice «qué calor hace» en un ascensor) es como tomar pastillas para dormir: consigues dormir, pero no solucionar el problema que te provoca insomnio. Hay gente que se conforma con la pastilla y no piensa más… y otras personas preferimos viajar a nuestro interior. Un abrazo,qué genial ha sido conectar con tu opinión.

  4. Daniel, ¡que reconfortante lo que dices! Me siento menos «bicho raro».

    A lo largo del año voy dejando cantidad de cosas que me encantaría hacer y me sorprendo pensando «que bien me vendrían ahora una vacaciones». Pero creo que es en el único momento que uso esa palabra, y para eso mentalmente. Por eso no me gusta que cuando llega esta época, a poco que te descuidas, termina por invadirte el síndrome generalizado y casi se te olvidan todas esas cosas que te apetecen.

    De todas formas, igual es que somos dos bichos raros… ¡Pues que suerte que nos hayamos encontrado! 🙂

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