Consultoría y realidades

Emprendizaje y financiación

Rentabilidad financiera emocional

Nos gusta pensar en las emociones como nuestra expresión de libertad, pero no tanto el hecho de ser conscientes de su precio y los pasillos que comparte con el dinero. Con los estudios del comportamiento avanzando sobre nuestra conducta consumista, el desarrollo de las redes sociales se ha instalado en nuestra rutina con nuevos retos y peligros.

Tenemos, por otro lado, el discurso que el sistema está convirtiendo en clamor en busca de la fórmula mágica que nos convierta en una sociedad emprendedora. Pero es, en general, un discurso infantil e inmaduro, a medio camino entre la explotación de la exaltación emocional y la proliferación de recetarios oportunistas. No nos gusta hablar de dinero, solo tenerlo.

Reconozco que la expresión monetizar amigos me sigue resultando molesta y que tuve que apelar a mi lado racional entenderla. No me sonaba nada bien esto de Hay muchas empresas que están dispuestas a ofrecer ingresos por la cantidad y calidad de los amigos que tengamos. Pero lo cierto es que solo está poniendo nombre a lo que hacemos.

Nos encaja el concepto de desintermediación cuando hablamos de comprar o vender eliminando costes añadidos, de encontrar los mejores productos al mejor precio o de que cualquier persona autónoma o micropyme pueda competir en el mercado global. Y nos gusta hablar de amistad. Pero juntar conceptos en la misma frase con una cifra…

Aprender a emprender es la espina que necesitamos quitarnos pero que nos pincha porque no sabemos como agarrar. El problema tiene muchas caras, y la emoción, también.

Comentando con Antonio Fernández sobre el enfoque de la conferencia que dará próximamente en Coruña, tocó varios aspectos que me interesaron especialmente y sobre los que no se suele hablar: la seguridad jurídica y la rentabilidad financiera emocional.

Tal vez fue esa conversación la que hizo que mi atención se detuviera tras el titular que decía ¿Dónde está el dinero de los españoles?, y que continuaba así:

El secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, animaba la pasada semana a los ciudadanos a procurar a sus descendientes una herencia diferente a la vivienda. España necesita «lograr que las familias crean que lo mejor para sus hijos no es dejarles un piso», decía en unas jornadas organizadas por el IESE. Las palabras de Campa contradicen, no obstante, la política tributaria y social instaurada en el país desde la democracia, principal acicate de la inversión en ladrillo de los particulares.

Resulta que  «el 76% del patrimonio de los españoles está en ladrillo, y los depósitos son el principal destino de la riqueza financiera de las familias». Considerando el descuadre estadístico, sabemos que ese patrimonio es como lo del medio pollo que supuestamente nos comemos así que, la cuestión, es encontrar la forma (que no fórmula) para equilibrar la situación.

Tenemos por un lado un patrimonio que necesita reorientarse y, por otro, gente joven con ideas y fuerza para ponerlas en práctica. «Solo» falta que dinero a ideas se encuentren en un espacio conversacional común.

Vamos asumiendo (a la fuerza) que escribir un futuro diferente implica esfuerzo educacional para un cambio de paradigma, pero todo será en vano si pretendemos seguir funcionando con incentivos equivocados y un marco normativo obsoleto. Es como lo de la propiedad intelectual, no puedo dejar de repetirlo.

Pero volviendo a la conversación con Antonio Fernández, lo que me dio que pensar fue lo de la «rentabilidad financiera emocional». Es decir, esas personas con su vida profesional resuelta, con posibilidades de invertir… y una motivación extra: la de sentirse partícipes de un proyecto por construir. Esto de las emociones, no es solo cosa de hormonas y juventud.

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11 comentarios

  1. Es preocupante que este sistema obsoleto se haga propietario de conceptos que en principio deberían servirnos como trampolín para liberarnos de él, como por ejemplo la palabra “emoción”. En cierta manera también me molesta que un lenguaje que debería ser fluido y ágil para sentirnos cómodos en él y que debiera servir a nuestras necesidades reales, es decir, incluir a quien sea que quiera participar y tenga ganas de hacerlo, se entorpezca con conceptos como monetizar, rentabilizar, etc. que al final no entiende nadie. Este lenguaje en el que nos movemos está lleno de curvas y vericuetos para imposibilitar que nadie viaje en línea recta. Fatal necesidad esa de tener que reducir cualquier motivo o conducta humana a una fórmula económica que la explique al 100%. Con los años me acojo a lo que William Blake nos advertía con sus grabados donde representaba a jóvenes encadenados bajo la influencia del anciano y caduco Urizen [una graciosa manera con la que Blake nos advertía contra la amenaza y efectos de “Your reason”, tu razón…].

    Me sumo a lo que comentas en este post con esa media sonrisa inteligente y afilada que te intuyo y al igual que tu creo [por experiencia] que eso de las emociones, no sé si de hormonas, pero seguro que no es tan sólo cosa de juventud. Me pregunto si una vida profesional resuelta es un objetivo por sí mismo o si suele ser el resultado de una compulsión por seguir y seguir… ¿resolviéndola? 😉 y, en este terrible caso, si se considerará motivante, en suficientes casos, invertir en proyectos de otros simplemente por sentirse partícipe…. Buen post, en tu línea.

  2. Manel, directo al conflicto, al mío me refiero. Un tema difícil porque me obliga a reflexionar superando mi habitual tendencia a la visión social. De hecho, hace tiempo que me daba vueltas en la cabeza la expresión “monetizar amigos”, como he comentado en alguna ocasión con el autor del post.

    Equilibrar las emociones con las necesidades es una cuestión sumamente difícil y, hasta cierto punto, un privilegio fuera del alcance de la mayoría. También es cierto que tenemos formas muy diferentes de entender, y de vivir, las emociones. Hay quien considera un buen objetivo acudir al centro comercial de moda en cuanto tiene un momento libre o quien se sumerge en sus propias rutas a través de las páginas de un libro o de la música. Me resulta extraño, pero lo acepto.

    En realidad este post es el reflejo de mi conflicto entre lo que creo y lo que veo. Incómoda y retadora situación en medio de dos opiniones expertas en ámbitos que hay que analizar con precaución y con inteligencia: las personas y el dinero. Tengo mucho interés por escuchar la conferencia de Antonio Fernández para tener una opinión más in-formada y para seguir avanzando en mis reflexiones y compartiéndolas.

    Gracias Manel. Siempre haciéndome pensar más. 🙂

  3. Nada más lejos de mi intención que incomodarte ni situarme en contraposición a una opinión que, sinceramente, no conozco y que sospecho que me seduciría a juzgar por quien la prescribe. Me parece muy interesante el tema que vais a desarrollar. Estoy seguro que disfrutaremos de algo de ello en este blog.

  4. Manel, ¡al contrario!. Creo que compartimos este afán (no sé cómo llamarle) por reflexionar sobre esta cuestiones tan complejas, desde perspectivas no siempre iguales, pero sí complementarias.

    Lo malo de cualquier tema es cuando personas que van de expertas (la mayoría) se dedican a repetir y reconstruir recetarios. Eso nos lleva, al menos a mí, a poner barreras y dejarnos contagiar por prejuicios. Creo que la conferencia de Antonio me va a dar una estupenda ocasión para escuchar y aprender. Ten por seguro que no desperdiciaré una ocasión así para enriquecer mi propia reflexión.

    Sé que vas a decir que es imposible, pero dejo constancia de mi invitación para que aproveches la conferencia para darte una vuelta por estas tierras atlánticas. Tenemos fama de buenos anfitriones 😉

  5. Estupendo post, Isabel. A pesar de los miedos de cumClavis sobre el lenguaje que no nos permite la línea recta, me parece que está perfectamente explicado en este caso. Yo al menos creo haberlo entendido todo, y no soy ninguna luminaria (ni mucho menos) en conceptos financieros. Decir que, en muchas ocasiones, el lenguaje también es una estrategia de marketing, para presentar conceptos antiguos como nuevos. Me viene a la cabeza la «Inteligencia Emocional» de Goleman, ya estudiada por Maslow… en fin, ramificaciones. En cualquier caso, lo de «monetizar amigos» me suena fatal. Y respecto a la herencia del ladrillo, no hay que olvidar que no solo se lucha contra un sistema que lo favorece, sino contra toda una cultura: en la sociedad española, la mentalidad de propiedades inmobiliarias está terriblemente arraigada. Por último (y dejo de dar la chapa), me hace sospechar el tipo de inversiones para los jóvenes que instaurarán los «bien posicionados». Un saludo!

  6. Hola Daniel. Creo que aciertas al introducir la palabra miedo, porque es lo que se esconde tras la osada ignorancia de la realidad con la que seguimos comportándonos. Manel [cumClavis] es experto en desarrollo organizativo y gestión del cambio y comparte excelentes reflexiones sobre esto en su blog.

    He visto en el tuyo que tú también lo planteas como la
    necesidad de una revisión personal… Es cierto, tenemos que dejar de escudarnos
    en el sistema porque lo construimos y sostenemos, por acción o por omisión, con
    nuestras decisiones individuales.

    Creo que el tipo de inversiones que vamos a escuchar en esta conferencia se refieren precisamente a transformar ese modelo arcaico que citas. Por suerte, la visión y las propuestas de Antonio apuntan a modelos de negocio de futuro y con futuro. Esos que la juventud entiende y quien tiene el dinero no. Por eso hay que hacerlos entrar en conversación.

    Muchas gracias Daniel por leer y comentar. 🙂

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