Consultoría y realidades

Porque bien… lo hace cualquiera

Lecturas tan imprescindibles como ¡Insufribles!

Si hay un efecto perverso,  que se agudiza en los relevos institucionales o en las etapas de crisis, es la profusión legislativa a la que, invariablemente, se sienten obligados todos los equipos de gobierno.

El efecto no es inmediato. En el primer caso porque la toma de posesión suele coincidir con desarrollos y convocatorias en curso a las que hay que dar trámite. En el segundo, porque siempre se hace tarde, mal y a rastro, cuando los problemas y protestas son ya un clamor atronador.

Pero es lo que toca. Sobrevivir en una sociedad encorsetada en un continuum  legislativo, que nunca se revisa a sí mismo, atacado por directrices de instancias superiores, y vigilado por lastres impositivos de lo que se recibe por no alcanzar los niveles deseados.

Más mal que bien, y desde luego tarde, la Administración va asumiendo esas “mejoras de procesos” que nos exigen a empresas y ciudadanía.  De haberlo hecho cuando debían, incluso hubieran podido ser tractor en el desarrollo uno de los pilares de la sociedad de la información.  Pero, ¿y su responsabilidad en la sociedad del conocimiento?

Asumido está que el lenguaje jurídico es engorroso, arcaico, ególatra… pero las consecuencias de las sucesivas reformas, actualizaciones y demás, convierten esta obligada lectura en una tortura digna de los mejores manuales. Y si lo es para quienes forma parte de nuestro trabajo, ¿cómo será para el resto, la inmensa mayoría, que creen sentirse bajo su protección hasta que la realidad les asalta?

En el caso de las empresas (que no son otra cosa que las vidas de las personas que trabajan en ellas), el manejo de este corsé normativo puede ser el punto de inflexión entre las oportunidades o el fracaso. ¿No debería la Administración facilitar la tarea?

De igual manera que se han ido incorporando nuevos perfiles, aunque sea vía subcontratación, en el ámbito de las tecnologías, ¿cómo es posible que nadie se acuerde de que existen profesionales de la información?  ¿Es que se piensan que la importancia del contenido se mide por la complicación de su lectura? ¿Cómo se atreven a exigir productividad mientras nos condenan a esta continua ofensa al sentido común?

Y sólo estoy hablando de las formas, del Ctrl+C – Ctrl+V, que no del contenido. Me cabrea tener que leer páginas y más páginas para empezar a tener una visión global, que no suele ser otra que la de cambiar algo para que nada cambie, y malgastar mi tiempo en lo que tendría que ser un documento de trabajo y no un documento final. Y me subleva el ataque al medio ambiente porque, finalmente, ya no puedo seguir leyendo en pantalla y he de recurrir al papel.

Mejor dejo para otro momento lo que pienso sobre lo que persiguen las nuevas normas o los apoyos a la internacionalización, a la industria de los contenidos, a la competitividad…

Incluso después me podré dedicar a lo mío, a transformar la esencia de la información en algo útil.

Pero hoy no. Hoy: Estupidez-1, Eficacia-0

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