Ante amenazas tan machaconas y confusas como el potencial de desarrollo personal/profesional asociado al fragmentado exceso de oferta de utilidades tecnológicas, tal vez sólo podemos volver al principio para recordar la parte fundamental del proceso.
El «conocimiento en masa incomprensible de ese monstruo de millones de cabezas» al que se refiere Julen Iturbe me ha recordado una secuencia de pensamientos desarrollada por Jorge Wagensberg en su A más cómo, menos por qué. Corresponden a ideas numeradas individualmente (del 722 al 730) pero que leídas juntas componen el proceso básico, de ida y vuelta, de la humildad de la reflexión:
Conversación: hablar después de escuchar con alguien que escucha antes de hablar.
Intercambio de ideas: un individuo es para la reflexión, dos individuos son para la conversación, unos diez son para la tertulia y unos cien para la conferencia.
La conferencia (unos cien) favorece la tertulia (unos diez).
La tertulia (unos diez) favorece la conversación (dos).
La conversación (dos) favorece la reflexión (uno).
La reflexión fomenta la independencia del individuo respecto de la incertidumbre.
A las ceremonias y otros encuentros (de miles o decenas de miles) no se acude a intercambiar ideas, sólo a recibirlas o a confirmarlas.
Las ceremonias y otros encuentros (de miles o decenas de miles) son para favorecer alguna identidad colectiva, para lo que no son recomendables las conferencias que estimulan tertulias que estimulan conversaciones que estimulan reflexiones.
Una sala de conferencias en la que caben miles de personas está bajo sospecha.
Muy interesante esta lectura que nos ofreces, interesante y útil por los criterios que aporta. Gracias!
Me ha encantado la definición de conversación, da como para pensar cuántas se han llevado a cabo alguna vez …Uno llega a la conclusión de que «no tantas»… 😉
Es lo interesante de las lecturas cruzadas que decía Jesús en twitter. En el fondo no deja de ser una pequeña tertulia, por escrito y en diferido, sobre las reflexiones de, al menos, cinco personas: Wanenger, Julen, Jesús, tú y yo.
¿Conversaciones de verdad? Muy pocas. O al menos con «muy pocas personas». Pero, eso sí, son auténticos tesoros 😉
jeje, ¿y que hacemos con todas esas salas que están bajo sospecha? Muy buena la definición de conversación: hablar después de escuchar con alguien que escucha antes de hablar… Era lo que me decían mis padres de pequeño, claro que solo se referían a lo de escuchar a los mayores pero ahora ya ni eso
Pues ya somos seis en la tertulia reflexiva 🙂
Es cierto, a nuestra generación le tocó eso de «dejar hablar a los mayores». Aunque sesgada, la idea no era mala, al menos si se pone en énfasis en el escuchar como actitud, aunque supongo que lo que hacíamos era volar mentalmente mientras no nos llegaba el turno de hablar.
Pero al menos interiorizábamos un par de conceptos interesantes: el de la cortesía y aquello de contar hasta diez antes de responder 😉
Sí, muy inspiradora la reflexión, Isabel. Ese camino desde las multitudes hasta el individuo y viceversa da mucho que pensar. Anoto la referencia a Jorge Wagensberg.
Me la había dejado anotada al leer el libro (ya sabes, esos borradores que nos inspiran algo…) pero al leer tu post sentí que tenían mucho que ver. Gracias por la inspiración 🙂
Me ha encantado la reflexión. más cuando me encuentro en una realidad en la que lo que más abunda son las conferencias que pretenden venderse como tertulias o mesas redondas.
Un saludo
Si, la única innovación parece ser la de cambiarles el nombre o colgarle a todo lo de «participativo». Seguimos pecando de egos inflados y afán trascendentalista, pero es cierto que en tu ámbito es especialmente doloroso porque se trata del futuro. Precisamente en relación con esto hoy me llamó la atención un titular: Los antiguos somos nosotros: sobre tendencias en innovación educativa.
En el artículo se refieren también al exceso de gurús que se alimentan de esas audiencias masificadas y me gustó mucho esta frase: «la historia de la educación está llena de futuros que nunca sucedieron»
Deberías tener un blog para ir contando Aiti. Un abrazo!
Muy interesante el artículo. Sacaré copias para compartir.
Muchas gracias. Un abrazo
🙂
Digamos que Wagensberg pone bajo sospecha en su campo del conocimiento a la clásica gran clase magistral, a la moderna conferencia TED… Ampliado al gran campo de reunión pública, a la política, no quedaría muy bien parado el mitin en sus grandes salas organizadas, pero tampoco la asamblea, cuidadosamente desorganizada, al menos para acceder a propósitos epistemológicos. ¿Conocer la verdad? No, más bien esos foros se dedican a crearla. Pero, por otro lado, me pregunto si es sólo cosa del número de participantes sino del método de participación. Cuando se trata de una reflexión y de una conversación, Wagensberg SÍ introduce el método -ese escuchar antes de hablar-, pero en las grandes masas no hay presencia de método para el intercambio de ideas. ¡Igual es que NO HAY posibilidad de método! La perspectiva es escalofriante…
Umm… como gallega me acojo al tópico del “depende” y divido en partes tu condensada reflexión-pregunta. Para mí lo de los mítines radicalmente descartado, en cambio la “asamblea cuidadosamente desorganizada” es una vivencia diferente, siempre y cuando esté ligada a asuntos concretos. Por ejemplo, una asamblea ciudadana en un barrio para afrontar un problema definido (o para definir un problema) me parece un primer paso necesario, pero no suficiente.
Respecto a las conferencias, yo estaría en primera fila por escuchar a algunas (pocas) personas y cuando me ha coincidido alguna de esas raras ocasiones, siempre salgo con mi libreta llena de anotaciones y nuevas preguntas. El problema es la burbuja de conferenciante, ¿te has fijado cuanta gente hay que se define como conferenciante en sus perfiles en las redes?
Los TED tienen sus pegas, pero de entrada su duración, que no suele pasar de 20 minutos, y su enfoque (la vivencia/experiencia en un tema muy concreto de quien da la charla) ya lo diferencia de la conferencia y los mítines. Obviamente yo los escucho desde mi ordenador lo cual ya implica que elijo momentos de silencio que forman parte de mi proceso de reflexión investigación sobre algún tema. A mi la experiencia de otras personas (la experiencia basada en hechos, no en discursos) me sirve de referencia y me aporta.
Por resumir, creo que el problema está en la forma de seleccionar y utilizar las herramientas disponibles, y por supuesto saber distinguir las de calidad de las imitaciones baratas. Respecto al método, el propio Wagensberg reconoce que la ausencia de método definido en también un método…