«Me habían contado cómo muere un olmo y el pintor me hablaba de su lento crepúsculo que duraba años. Los anillos centrales del árbol, los más jóvenes, se consumían primero, abriendo paso al cielo, y la luz que caía al interior perforaba la madera. Comprendí que la del olmo no era una muerte sino un regreso bien organizado con ajustes pacientes y meticulosos. Contra el tiempo»
El cielo gira es más que una película. Y cerrar con ella la semana, tal vez la mejor terapia que podía haber encontrado tras mi viaje programado por la agitación global. Recuperar el tiempo de la vida y la música del silencio, es un lujo.
En Aldeaseñor (Soria) sólo quedan catorce habitantes y el más joven supera los sesenta. Mercedes Álvarez, la directora de la película, fue la última en nacer y regresa tras haber emigrado con su familia cuando sólo tenía tres años.
Más que a contar incita a sentir algo que vamos olvidando: la propia existencia. Porque «El aire estaba quieto mientras pasaba el tiempo de la última generación”
No merece intervención sino espacio para el silencio y el tiempo de las cosas hechas de una en una. Hay miradas que merecen ser disfrutadas.
Había allá un dolmen primitivo desde siempre y un poco más arriba una cabaña de pastoreo. Si alguien caminaba de uno a otra en un día de niebla, podía atravesar sin dificultad miles de años.
Precioso párrafo el de la muerte del olmo… así me gustaría saber morir a mí cuando me toque como «un regreso bien organizado con ajustes pacientes y meticulosos».
Gracias por la mención.
La estética de toda la película, ese tiempo de mirar y sentir… Me recordó mucho a ti. Lo del olmo es precioso.
Gracias Judith! Un abrazo! 🙂
Qué fascinación esta que producen los árboles…quizás se deba a su quietud el que parezca que se arremolina nuestro tiempo alrededor de ellos quedándonos inesperadamente parados como si también hubiéramos echado raíces… Como si nos empujaran a crecer al revés, es decir, hacia la tierra…que quizás es la forma sabia de crecer…de ahí la fortaleza que nos confieren y el saber oculto que sospechamos que tienen…
Es cierto Manel, como si nos transmitiera algo de esa sabiduría empujándonos, más allá de la reflexión, hacia la consciencia de la existencia propia. Me fascina ese lenguaje oculto de sus formas, esos ojos y oídos que van sacando al exterior en el tránsito de los años que se aprietan y regresan.
Algunos incitan especialmente a abrazarlos y tocarlos, como el pintor, ya ciego, que lo mira en la película a través de sus manos. Tú nos has ofrecido algún ejemplar maravilloso a través de tus fotos
Gracias Manel. Una abraçada!
He recordado algo que leí, parece ser que cuando un gran Lama se moría, lo dejaban quieto y no lo tocaban, se podía hacer muy muy pequeño …. algunos incluso llegaban a desaparecer …. es curiosa la similitud ….
Los árboles, esos seres generosos que pueblan este estupendo planeta ….
Curiosa similitud, es cierto Juana. Hace años tuve una etapa de fascinación con las filosofías orientales, con la paz que se desprende al ser conscientes de nuestra pequeñez y llegar a sentir como el viento se mueve por cada uno de tus átomos. Tal vez el gran Lama regresaba a sí mismo, como el olmo….
Me gusta pensar en los árboles como seres generosos, algunas personas también son así y que ayudan a referenciarte al tiempo que transmiten paz…
Gracias Juana. Un abrazo!
Al instante he regresado a mi infancia: recité la poesía de Machado en una excursión con el cole a Soria. Nos hacían memorizar poesías y, curiosamente, esta (http://www.antoniomachadoensoria.com/olmo.htm) es la única que recuerdo, los primeros versos. No me gusta como entona en las imágenes, pero leído (como hacemos al principio de tu post) el texto es brutal. Resuena en la cabeza y sí, la naturaleza nos regala unas metáforas muy valiosas. No solo tenía los versos enterrados en la memoria: la película también permanecía en mi subconsciente. Qué curioso.
Me releo y sueno confuso… en cualquier caso, gracias por hacer sonar cuerdas escondidas: he escuchado melodías olvidadas.
Un abrazo.
Daniel, ¡me lo sé enterito desde niña! Nos habían obligado a memorizarlo para recitarlo en alto y recuerdo que yo, que no había hecho los deberes, me lo fui aprendiendo mientras les iba tocando el turno a otras compañeras. Hay que ver cómo funcionaba la memoria cuando aún era un lienzo casi en blanco…
Lo que dices de la voz, así escuchando sólo este trozo, es cierto que parece que se le queda corto a las palabras, pero en el contexto de la película es diferente porque la vida ya la aportan los auténticos protagonistas, los escasos habitantes del pueblo y la naturaleza. Pero si la has visto ya lo sabrás. A mi me gustó muchísimo. Y tiene conversaciones impagables, con esa sabiduría del sentido común que tendemos a olvidar. Esa naturalidad ante la vida y la muerte, sobre Bush y la guerra de Irak…
Veo el vídeo, y siento ganas de sentir al olmo con mis manos, como hace el pintor ciego.
Gracias Daniel. Un abrazo!