Casi real

Un día de estos… [casi real]

 

 “Un día de estos tendré que mover el coche del garaje” pensó mientras se escurría del autobús para escapar al tumulto que esperaba en la acera.

Sin mirar el reloj sabía que eran las ocho menos diez. Como todos los días desde hace un año… las mismas caras, los mismos gestos, las mismas protestas cuando el conductor marchaba al encuentro de su café sólo largo. Un año ya desde que su padre la dejó en esta misma parada el primer día de trabajo y la escena aún la sonrojaba: el traje impecable, el pelo impecable, el impecable beso de ánimo y despedida… y todos aquellos ojos que la miraban con cansado hastío.

En la esquina de la barra, el conductor apuraba la sección de deportes, y el café, ajeno al bullicio del aparente caos de voces y tazas. La esperaba su sito, junto a la chica morena que, como todas las mañanas, examinaba con atención una revista. Un ritual silencioso y cercano que se repetía desde el silencio.

Pero ese día el aroma de bollería se filtraba tentador y cuando sus miradas se cruzaron inició una sonrisa sin repuesta que se congeló en el aire.

Durante dos semanas ensayó argumentos y excusas intentado suavizar la incomodidad del absurdo desencuentro que le atenazaba el ánimo. Las dos estaban solas, vestían con parecida sobriedad, se escondían en el mismo silencio. Cuando el conductor pagaba su café, ella marcaba la página de la revista y se deslizaba hacia el autobús que de nuevo retornaba al centro de la ciudad. Con toda seguridad, también se dirigía al trabajo.

Pero no se atrevía a hablarle, ni a cambiar de sitio. Fingía sumergirse en el libro de turno mientras hacía el tiempo hasta que abrieran la oficina. Entonces la voz surgió a su espalda como de un recuerdo…

– Mira, igual que el vestido que compraste el mes pasado para la boda de tu hermano. Es precioso, pero difícil de planchar. Lo llevas en la foto que tu madre puso en el salón. Hoy procura salir pronto, voy a preparar una comida que te gusta. ¡Hasta mañana!

Ese extraño aire familiar, los gestos… Esa mañana su madre le recordó que tocaba ir de compras y que un día de estos había que hacer limpieza de armario. Su ropa era siempre para Marina, «la chica», de su misma edad, que iba a casa todos los días de nueve a tres.

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9 comentarios

  1. Curiosa microliteratura, deliciosa como un dulce recién horneado, agradable de leer, deja curiosidad, ansia de saber más. Leer microrelatos es como saborear una copa de vino (digo yo, abstemio de pro)
    Gracias por el ratito.

  2. Magnífico y suficiente recorte de vidas cruzadas que nos has ofrecido Isabel. Alguien decía que hay que hablar de aquello que no existe para que cobre patente de realidad y añadiría que organizar como has hecho tú, en una melodía, las filminas que constituyen un momento permite extasiarnos con algo que normalmente escaparía a nuestra mirada. La riqueza de esta mirada tuya: cálida, delicada, humana nos muestra algo inesperado y bello. Y eso que alguien me decía ahora que con ese calor no iban a salir flores…

  3. Deliciosa tu definición Daniel: «como un dulce recién horneado». Pequeñas fugas mentales en los márgenes de tanta seriedad

    Muchas gracias!!!! 🙂

  4. «Vidas cruzadas…» Eso es lo que somos Manel, aunque nos empeñemos en encerrarnos en muros, o en invadirnos empeñados en conjugar la vida en primera persona. Vidas cruzadas, soledades compartidas y caminos por recorrer.
    Muchas gracias por tus palabras… 🙂

  5. A mí me guta mucho el contraste entre la historia y la foto. ¿Un autobús accidentado? ¿El conductor se excedió en la prisa? ¿El padre había perdido los puntos del carnet? ¿En realidad la dejó ahí en la parada porque su coche era el que había chocado con el autobús? Digamos que la contradicción tan a menudo ineludible entre palabras e imagen es una de las cosas que hace poético el cine…

  6. Goio, pues no sé por qué a mí también me resultó misterioso el autobús, tan rebosante de brillos arcaicos como la gente que repite todos los días las mismas quejas en la misma parada.

    Probablemente papá sobre protector la llevó el primer día de trabajo y a ella le da vergüenza llevar su «impecable» coche, por eso coge el autobús destartalado.

    Quizá el autobús acumula los pequeños incidentes derivados de que «el café» del conductor no va tan sólo como aparenta…

    A mi me parece un autobús un poco cabreado… Igual el germen de otro «Diablo sobre ruedas» 😉

  7. En un autobús ocurren siempre historias increibles, hubo una época en la que me pasaba media vida metida dentro de uno y me planteé seriamente escribir un blog sobre las historias del autobús…. en clave cómica, por supuesto.
    El relato es muy tierno, Isabel… cuantas veces cruzamos nuestras vidas con otras sin darles siquiera tiempo a conocerse un poco más????

  8. Lucía, deberías retomar la idea. Entre las «historias» que recuerdes y las que surjan ahora desde fuera, tal y como eres de dinámica y perceptiva estoy segura de que el resultado sería excelente.

    Estoy de acuerdo contigo, cuantas vidas estupendas esperando encontrarse con la nuestra…

    Por cierto, ahora con el horario de verano tengo algo más de tiempo así que va siendo hora de que nuestras vidas también se crucen un poco. No tardaré 😉

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