«De repente, a falta de espejo, te miras en la parte metalizada del servilletero… para pintarte los labios. Me gustó. Porque es un signo de que te quieres y tienes tu autoestima en dónde tiene que estar en los jodidos momentos».
Son palabras de un amigo que pretende disculparse porque cree no tener «mucha habilidad para sacarle una risa a los amigos en los días nublados». ¡Cuanta sencillez para retomar el amino hacia la paz!Para recuperar instantes guardades en folios antiguos que fueron sobreviviendo a traslados y limpiezas. Para sonreir sabiendo que, tal vez, estén recuperando la primera línea de futuro.
Las palabras de mi amigo, su correo madrugador, me han devuelto una referencia. La de otro agosto de hace muchos años, de mis inicios como empresaria, en que la trascendencia de algunas decisiones me asustaba. Mi rutina de entonces destilaba aroma de viento y sal en el breve espacio que cada día recorría «entre mi calle y el mar».
Ecos antiguos, miradas nuevas. Campanadas al viento azul de un cielo limpio. Extraños matices del recuerdo en otras calles, sin voces ni sombras, en días de viento y mar. Intuyo un silencio apacible, propio al fin. Ayer llovía, de nuevo la lluvia hermana con su soledad blanca que van dando forma al otoño.
Mi amigo me ha dicho también que se alegra de haberme hecho sonreír porque «nadie merece tanto el esfuerzo para «hacer unas risas«. ¿Se puede pedir más?
Me siento afortunada por tener otras miradas que me ayudan a mantener viva la curiosidad y a reconciliarme conmigo misma. Espero que la mía alguna vez también ayude, pero quién sabe. Como decía Carmen Kurtz
Allá en el fondo, todas las palabras que dijimos y de las cuales ya no guardamos recuerdo, duermen bajo las aguas.
Duermen aquellas que no supimos decir y que esperan su turno para salir a flote. Las cartas que hemos roto, las no recibidas y las veces que hemos dicho adiós. La pena que sentimos y que ahora, al recordarla, nos parece pequeña. La risa o el llanto que no llegó a brotar. La amistad que buscamos en el momento difícil y que resultó más débil que nosotros, más falta de ayuda. La persona a quien quisimos consolar y nos sirvió de consuelo.
Todo duerme allí, en ese fondo.
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