Porque no es lo mismo
Entre la infinita curiosidad infantil, que ve más que entiende, y la mirada selectiva con la que vamos doblegando el mundo que nos rodea, han de pasar unos cuantos años de entretenido aprendizaje.
Dicen (decimos) que lo infinito de la curiosidad y la ternura son cosas de juventud, que con los años se nos transforman en sabiduría. Por eso sorprende cuando la mirada, propia o ajena, se detiene en instantes y vivencias ya archivadas, o tal vez nunca reflexionadas. Porque a fuerza de aprender a mirar, dejamos de ver, y se nos va nublando la percepción en encorsetadas certezas.
Pero en el trayecto de procesar y rentabilizar lo externo, se nos va colando un «no se qué» por el dobladillo de la razón, una sensación conocida, que no reconocida, de la que normalmente procuramos huir. Porque aunque la nostalgia vende, también nos acorta la proyección de una eternidad a la que no queremos renunciar.
Hay imágenes que sugieren palabras y palabras que incitan a reflexionar. Por eso, yo al menos, necesito otras miradas que me ayudan a mantener viva la curiosidad y a reconciliarme conmigo misma.
Mira: ¡tengo un enlace!. Es emotivo. Creo que pienso lo mismo.
Incluso yo lo creo! 🙂
Lo que no acierto a comprender es cómo se transforma la curiosidad infinita y la ternura en sabiduría, ya que si bien conozco a muchos que han perdido lo primero, creo que muy pocos alcanzan lo segundo, aunque sí tengo que admitir que vivimos rodeados de encorsetadas certezas y que tendemos a dar por bueno aquello que damos por cierto.
Creo que he perdido la intención de aquello que iba a comentar pero como dicen que no comento los post, no quiero dejar de enviar esto y mientras trato de retomar los hilos que pierdo, voy a buscar esas miradas que, diferentes a la mía, me devuelvan la ternura y la curiosidad.
La profundidad del comentario supera a lo que le dió origen. Gracias!!!
🙂