Conversacional

¿Te cuento un secreto?

Estatus¡Pero no se lo cuentes a nadie!

Si quieres que no te escuche, introduce la palabra «secreto» en la conversación. ¿Y por qué? Muy sencillo.

Una conversación, que es mucho más que un intercambio de palabras, guarda relación con el contexto y con el tipo de relación que existe entre las personas que la mantienen. Pero incluso dentro del tipo de relación, existen diferencias de grado, que tampoco se debe confundir con la complicidad que genera la frecuencia convivencial, porque el hecho de existir experiencias comunes no implica proximidad.

Hay personas que airean sus «secretos» (viva la contradicción) y otras muy aficionadas a divulgar los de los demás. En cualquiera de los dos casos, mejor escapar. De las primeras porque si no respetan su propia intimidad, ¿qué se puede esperar? Además ¿te conviene tener cerca tal grado de egocentrismo? Respecto a las que gustan de contar secretos ajenos, hay varios matices y todos igualmente peligrosos:

  • Saber lo que me pretenden contar, ¿me aporta algo?
  • Si confía en mí, ¿por qué me advierte que no lo cuente?
  • Si no confía, ¿me está utilizando de correa de transmisión? ¿Tan mediocre me considera?
  • ¿Que beneficio le reporta que ese secreto se divulgue?

Y este tema del beneficio es el que empieza a convertirse en una plaga porque es fácil observar el incremento de rumores y secretos en paralelo al empeoramiento de la crisis. A esto le veo dos lecturas:

  1. El sentido de la decencia ha descendido en paralelo al estatus económico
  2. Se pretende mantener esa apariencia de estatus dando a entender que se controla mucha información privilegiada: «Es que tengo un contacto en …»

En el plano personal el asunto aburre, y en muchos casos ofende, pero en el profesional ha perdido toda credibilidad porque, tal y como están las cosas, ¿a cuánto va el kilo de contactos?

 

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14 comentarios

  1. Esta reflexión me ha llevado a pensar que uno de los principales determinantes de la emergencia de “contadores de secretos” es de los “escuchadores” a quienes sirven. Como siempre, la transacción implica a más de uno…

    1. ¡Justo! ¿Y te has fijado lo mal que le sienta a mucha gente cuando alguien no quiere entrar en ese juego?

      Esta conversación salió esta semana en un entorno profesional en el que alguien proponía a alguien que conocía a… Puede que en tiempos sirvieran ese tipo de «estrategias» pero ya no. Y esperemos que al menos sirva para invertir la tendencia hacia el trabajo bien hecho y la meritocracia… A ver si en vez de el «se puede pero es difícil» conseguimos avanzar hacia el «es difícil pero se puede».

    2. He vuelto a leer el post y tal vez queda un poco radical (a veces me pasa después de verlos publicados). Tal vez debería haber introducido las palabras «confianza y discreción», pero es que en una verdadera relación de confianza la palabra «secreto» ya no cabe.
      Y en temas profesionales no debería ser necesario explicar lo que significa discreción y mucho menos información estratégica.

      Buena puntualización con la introducción del concepto «escuchadores» 🙂

  2. Los «secretos» a veces pesan tanto que hay que contarlos o te «comen» … depende …
    Hay pocas cosas que «devoren» más a una familia que «los secretos familiares», esos que nadie cuenta jamás y que destruyen a sus individuos generación tras generación …
    Tal vez pase «demasiado» tiempo en una sala de terapia siendo «toda oídos» y descubrí que los «escuchadores» (raza a la que pertenezco y me «da» que también es tu raza) ) son un «bien» social». No tienes más que sentarte en un lugar y, a la que te descuidas … alguien se sentará a tu lado y te contará …
    ¡Feliz semana!

    1. Es cierto Juana, a la que te descuidas… Algo de eso hay, aunque he descubierto que igual que a nivel profesional es quizá una de mis habilidades más valoradas, a nivel personal es complicado porque un exceso de empatía puede hacer que acabes cargando con sacos de penas y problemas sobre los que, en realidad, nada puedes hacer. No sé si has leído La ciencia y la vida, que recoge un interesante hilo de conversación/debate entre José Luis Sanpedro y el científico y doctor Valentín Fuster. Creo que te gustaría porque dibuja ese difícil sendero de la ciencia y la reflexión (meditación) con el que yo te asocio a ti.

      El tema de los secretos familiares es terrible, al leer tu comentario me acordé de El príncipe de las mareas, sobre todo por la forma en que se pone de manifiesto lo que tú dices: como pueden devorar a una familia y las distintas formas en que reaccionamos. Es una gran responsabilidad que tenemos como madres/padres, ¿verdad?

      A mí la palabra secreto me invoca una losa, prefiero otras palabras como confidencia, discreción, privacidad… Y ante todo, prudencia y sentido común. Somos humanamente imperfectos y uno de los mejores bálsamos es la confianza, que es lo que inspiran los buenos escuchadores ya que no sólo oyen lo que se dice sino que captan la esencia de los sentimientos. Tal vez por eso tú eres una buena escuchadora, porque estás en esa poco habitual línea entre la ciencia y la meditación 🙂

      Gracias Juana. ¡Feliz semana!

  3. Es habitual recurrir al secreto como ese algo misterioso que atrae la atención sobre el poseedor. O simplemente para revestir una información absolutamente trivial con una pátina de trascendencia. Sí me parece grave en el entorno laboral, pero lo encuentro más habitual aún… de momento, el único que me gusta es «El Jardín Secreto». Y de los familiares, mejor no hablamos, que todos tenemos para dar y regalar… ;P
    Un abrazo!

  4. Por aquí tenemos un código para «ese algo misterioso» tomando como ejemplo a una persona que conocimos hace años: un tipo que a pesar de ser joven (treintañero largo) tenía el pelo muy blanco (corte impecable) al que acompañaba con un gesto de suave sonrisa y muyyyy pocas palabras. Aspecto total de persona interesante cuyos silencios inducen a pensar que calla porque sabe escuchar. Esta actitud resultaba sorprendente en el contexto así que casi hacíamos apuestas sobre si realmente callaba o es que no tenía nada que decir. Era lo segundo, pero evidentemente manejaba bien su aureola de misterio/secretos.

    No he leído «El jardín secreto», porque supongo que te refieres al libro, no al madrileño local, pero tiene buena pinta. De todas formas creo que la mayor parte de los secretos familiares tienen mucho en común y suele ser mucho más mediocre de lo que en principio aparentan. Diría que tiene mucho que ver con «la úlcera del otro» 😉

    Abrazos!

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