Casi real

Confidencias… [casi real]

 

 Formaban un extraño trío y leía la curiosidad en muchas caras cuando entraba con los dos en algún local donde la conocían. Edades distintas, estilos distintos…

Aunque nada tenía que ver con el ambiente festivo de los inicios, perduraba la estela de desenvuelta alegría que marcara los primeros años de conversación. Al principio eran más, quedaban para comer de vez en cuando, para echarse unas risas en medio del «ya tú sabes» y el «que te voy a contar» pero, en el fondo, los tres habían tenido siempre una especial afinidad.

Durante mucho tiempo, el grupo había sido su refugio, un respiro que la salvaba de lo anodino y le permitía recuperar fuerza. Breves intercambios en los que, al parecer, ella aportaba un dinamismo del que no era consciente, pero ellos parecían apreciar. Siempre la habían aceptado con cariño, incluso cuando se colaba en el vino de mediodía en que los compañeros de trabajo se sacudían el polvo de la rutina. Dejaba sus agobios en la puerta del bar y se dejaba querer…

Hablaban de todo y de nada. En realidad ella se había dejado instalar en su conversación así que aprendió a quererlos en su día a día salpicado de exceso de aburrimiento y observaciones machistas. En medio de las galanterías, las atenciones y los piropos, sabía que la consideraban “uno más”.

Por el medio habían ido compartiendo al vuelo sus respectivas estelas de amor y desamor, sus pequeños grandes proyectos, su anecdotario vital. Seguían hablando de trabajo, de política… pero había algo nuevo, un tema que, invariablemente, ahora se colaba en cada conversación tejiendo una profundidad que no dejaba de sorprenderla: los hijos.

La última conversación, entre cervezas y gente “demasiado joven” le daba mucho que pensar. La consideraban una triunfadora. Siempre había tenido su respeto profesional pero ahora, su rol de padres les hacía ensalzar su faceta de madre. “Tú has tenido la suerte de no encontrar una buena pareja porque te has impuesto a todo y a todos para ser tú misma”.

Intentó decir que el día tiene veinticuatro horas, que siempre se renuncia a algo, que a veces no hay tiempo ni para soñar… Pero no fue posible. Se dio cuenta que aceptar esa idealización era el precio a pagar por el cariño y las confidencias que compartían.

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12 comentarios

  1. jejeje… bueno, mejor dejarles que ‘impriman la leyenda’, como decía aquella película de john ford, que les hace estar más contentos que conocer la verdad. Esa es una de las claves de vivir en este universo de contenidos dramáticos en que estamos, supongo. La ‘suerte de no encontrar una buena pareja’ es una paradoja que así soltada parece una maldición, la verdad. Si la pareja es realmente buena, no debería ser una suerte no encontrarla. Sin que eso quiera decir que yo diga que es necesariamente el estado ideal, claro.

  2. Da igual lo que se haga, siempre tenemos puntos diferentes con los amigos que nos hacen pensar.

    Yo fui el primero que que empezó a trabajar, el primero que se fue a vivir fuera, fui el primero que se casó, el primero que tuvo un hijo … Y hablando con amigos me sentía extraño, se supone que renuncié a cosas que los demás vivieron, pero es cierto que yo viví cosas que ellos no. Cada uno tiene su propio camino, cada uno distribuye su tiempo como quiere y puede, pero sí, a veces es normal plantearse «cosas», pero lamentablemente generalmente planteadas como errores propios y no en sentid positivo, pero, al final es perder el tiempo, nunca sabremos que habría pasado si (aquí va cualquier cosa).

  3. Me encanta esa risa inicial Goio, casi lo dice todo 🙂

    Es cierto, mira que nos gusta construir leyendas con los demás. Supongo que contribuir a ese carácter excepcional nos hace mas pasable la humanidad propia. Frases como esa de la «buena pareja» las vas oyendo aquí y allá y por algún motivo se te quedan grabadas. Porque lo de bueno o malo… depende para qué (yo tan gallega, claro) pero, en todo caso, si es buena para ti quiere decir que sintoniza con tus retos y con tus aspiraciones (y viceversa, claro). La frase tal es absolutamente contradictoria. Suena a eso de «ni contigo ni sin ti, tienen mis males remedio…»

    En este tema, creo que todos vamos componiendo la receta como podemos. Que no es poco 😉

  4. Edu, es que lo tuyo no es habitual. Me refiero a ser como tú eres que te preocupas por los demás y siempre con esa visión solidaria y comprometida con las personas y las causas 😉

    Pero también es cierto que ahora los hombres disfrutáis mucho mas de la paternidad, recuerdo algún post en tu blog de cuando empecé a seguirte relacionados con este tema, pero a las generaciones anteriores les fue más difícil asumirlo socialmente porque «no era cosa de hombres».

    El mini relato no pretendía culpar sino todo lo contrario. Lo que pretendía resaltar era que los sesgos del sistema no han beneficiado a nadie y que hay que revisar muchos tópicos desde la base. He conocido mujeres que no dejaban a sus parejas una relación normal con sus hijos para exhibir luego un victismo que provoca compasión y que destroza todo lo que toca.

    Creo que padres y madres (o viceversa, tanto da) nos preocupamos por los hijos, solo hay que dejar de encasillar papeles obsoletos. En realidad lo que hay que aprender, en vez de pre-ocuparse es a ocuparse y a disfrutar de la diversidad. Seguro que la conversación de esos tres amigos era enriquecedora.

    Gracias Edu. Un abrazo 🙂

  5. En un mundo de transacciones me queda en el aire qué obtiene ella a cambio de esa fuerza y dinamismo que aporta para comprender el equilibro de esa relación. Me sugiere que ellos, dibujando en esos encuentros su silueta, le ofrecen datos para un contorno sobre el que seguir edificando su identidad.

  6. Manel, es bonito lo que dices, «seguir edificando su identidad». Creo que eso es lo maravilloso de la vida, que pone en el mismo camino a personas que se ayudan en ese proceso tan personal pero tan social de construir-nos.

    También me sugiere que cuando una persona se sale de los límites establecidos, si bien encuentra obstáculos, también descubre lo mejor de otras personas que conectan con ese afán de superarse.

    Creo que tener amig@s que te aportan diferencias, que te discuten, que te enseñan, es un tesoro. Necesitamos espejos que nos ayuden a ver y comprendernos con nitidez. Y necesitamos saber hacer de espejos para las personas a las que queremos.

    Muchas gracias Manel!

    Un abrazo. 🙂

  7. Es un recorrido a momentos, y los momentos son un tiempo en un espacio. Lo que no entra en las 24 horas, no existe. Y esos momentos que caprichosamente insertamos en nuestra vida, los convertimos en parte de nuestra personal historia. Los hemos filtrado,los hemos depurado,y van formando un cuerpo compacto, el soporte de nuestra memoria. Respecto a la pareja….elimino calificativos. En esta vida todo es reversible, excepto la muerte. Hay realidades reversibles que podemos hacer tangibles en nuestras vidas, y que cualquier juicio de valor solo es posible en el ámbito de lo estrictamente personal. Las valoraciones genéricas en ciertas realidades responden más a juegos intelectuales.

  8. ¡Ernesto, a esto le llamo yo entrar pisando fuerte!

    «esos momentos que caprichosamente insertamos en nuestra vida, los convertimos en parte de nuestra personal historia»

    Por eso es tan difícil cambiar el rumbo, ¿verdad? Porque supongo que tendemos a seleccionar de forma sesgada y por eso un mismo «tiempo en un espacio» tiene relatos tan diferentes según en qué memoria hayan sido guardados.

    Lo de la pareja es un tema complicado, sí. Como para opinar «de puntillas». Pero incluso trascendiendo mi propia experiencia me atrevo a decir que hay tres elementos imprescindibles: química, respeto y… ¡mucha negociación! Quizá tardamos demasiado en aprender que el truco está en compartir soledades.

    En lo de los juicios de valor y las valoraciones genéricas estoy completamente de acuerdo contigo, pero… ¿quién no ha caído en eso alguna vez? ¡Somos tan deliciosamente human@s!

    Muchas gracias por comentar. Espero verte más veces 🙂

  9. Yo a lo mío, que es la forma y no el fondo: no sé si quedarme con la «desenvuelta alegría», pensar que todas las alegrías son desenvueltas o cambiar de sitio el adjetivo (aquí te dejo un regalito de una profesora de escritura que me gusta especialmente y picará tu curiosidad, me imagino: http://isabelcanelles.blogia.com/2011/071701-la-maldicion-de-los-adjetivos-antepuestos.php ). Por lo demás, me gusta.
    Y me encanta lo de deliciosamente humanos… por eso existe la psicología, ¿no? Qué sería de nosotros sin sesgos, prejuicios y estereotipos… un aburrimiento…
    Abrazos!

  10. Comparto lo que dices sobre la colocación del adjetivo y he de confesar que lo pensé al leerlo. De hecho yo no soy muy profusa adjetivando, pero es que en este caso tenía más de desenvoltura que de alegría, por eso decidí dejarle el toque barroco que le da el anteponerlo.

    Ya he seguido el enlace y queda entre mis referencias de escritura (no veas lo orgullosa que me estás haciendo sentir al asumir tu papel de «tutor» en estos experimento en los que ando, lo mío es pura intuición).

    Y sí, sigamos con nuestra deliciosa humanidad que nos permite encontrarnos y enriquecernos.

    Muchas gracias Daniel. Un abrazo! 🙂

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