Consultoría y realidades

Intuición in-formada

Pero sobre todo, razonada

A pesar de haber participado en diagnósticos empresariales al uso, no comparto su metodología ni su utilidad.

En realidad desconfío de toda metodología sacralizada que se presente como la «solución» para ser implantada al pie de la letra en cualquier organización. Sobre el papel (casi) todo sirve, luce y promete paraísos.

Con los años, la reflexión y, sobre todo la experiencia, he conseguido controlar mi adición informacional, cuyo motor no parte ya de la oferta escrita sino de la propia dinámica que gira en torno a las personas que dirigen o participan en cualquier proyecto. Una especie de autoimpuesta sobriedad informativa en la que me siento mucho más liberada para diseñar.

En consultoría hay distintos enfoques, en cuya validez no quiero entrar si a quien contrata le sirven, pero veo como esta larga crisis está cuestionando seriamente la eficacia de ciertos métodos estandarizados. Personal y profesionalmente, hay opciones con las que me identifico más.

Decir que todo está cambiando es caer en el ámbito de las temidas obviedades discursivas, con su proliferación de decálogos y recomendaciones. Una especie de obsesión por la seguridad en píldoras porque toleramos mal la incertidumbre. No digo que no sirvan, sino que hemos de emplearlas como herramientas para seguir buscando. El asesoramiento pret a porter sólo sirve cuando en realidad no se necesita.

Uno de los conceptos que se repiten últimamente (además del de innovación) es el de aprender haciendo, pero veo muy poca disposición a coger el barro con las manos. Encuentro demasiada obsesión por agrupar recetas en lugar de ir aplicando y aprendiendo de cada tratamiento. Cuando lo urgente aprieta, hay que dejarse de vaguedades y ponerse a manos a la obra.

Pero algún recetario sí que leo , porque me ayudan a pensar. Siguiendo ayer una recomendación me reencontré con uno de mis conceptos favoritos, el de la «intuición informada» al que yo le añado el guión por aquello de no confundir información con datos. Sobre esto hablaba el autor del artículo en el punto 7 del decálogo y decía:

Reducir la incertidumbre sigue siendo, por supuesto, conveniente para decidir. Eso no ha cambiado, pero sí hasta donde deberíamos llegar, y a qué coste. Es imprudente tomar decisiones despreciando cierta información, la mínima necesaria, así que conviene informarse.

Pero buscar datos cuesta tiempo y dinero, y a partir de cierto punto los datos no se traducen en conocimiento pertinente para decidir. Hay que optimizar ese punto a partir del cual es mejor confiar en la intuición (y en una buena interpretación del material que ya tienes) que obsesionarte con seguir buscando datos.

No puedo estar más de acuerdo, pero es el segundo párrafo el que me interesa especialmente y sobre el que hay que trabajar. Es decir, intuición informada sí, pero lo que se necesita es aprender a razonarla. En eso consiste nuestro trabajo, nuestra particular forma de «aprender haciendo» codo a codo con nuestros clientes. “No se necesitan toneladas de datos. Tan sólo método y sentido común”. Si, pero hay que aprender. No hacerlo, sigue siendo comprar un billete de lotería en base a una corazonada.

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16 comentarios

  1. A la primera lectura de esta magnífica entrada Isabel, me pregunto si no cabe distinguir entre incertidumbre por ignorancia o incertidumbre que propongo llamar «délfica» [como homenaje a la Sibila de Delfos…magnífica!]. Me explico: si informándome obtengo una reducción de la incertidumbre viene a ser lo mismo que admitir que esta sólo está en mi propio desconocimiento [personal y lamentablemente transferible]. En cambio, si mediante la información se elabora una hipótesis que puede ser más o menos plausible [intuición], entonces nos hallamos ante la incertidumbre «comme il faut», aquella en las que se requieren ciertas capacidades para gestionar el riesgo ya que las opciones de un camino que no se ha recorrido [y no ha recorrido nadie…es lo que tiene la incertidumbre délfica] solo se conocen después de haberlo hecho.

    Me ha gustado «colega» [espero que me admitas como tal] el papel que le has dado a la consultoría en estos escenarios, no se trata de tranquilizar, maquillar ni vaticinar lo que está por venir sino en recrear continuamente el motivo [el why del anillo dorado] por el cual arriesgarse y fortalecer a los equipos a las personas y a los responsables para hacer frente a aquellas vicisitudes que puedan surgir.

  2. Muy clarito y muy bien explicado, además de ser un meollo siempre grande: saber hasta dónde aplicar recursos para extraer la información que sea necesaria. Es algo con que me pego de continuo: ¿merece este proyecto en esta fase ese nivel de gasto si total la información esperada no va a ser la panacea? Txá, mejor dedicamos la pasta a la producción habitual (suele ser una respuesta: concéntrate en lo que da valor, chaval! ¡Cómo si pudiera saberlo sin más información!

    por cierto, que lo de in-formación me ha hecho pensar en que aún se puede rizar el rizo, y añadir el guión a in-tuición. Tendría que pensar si se puede ahondar el concepto y darle valor ‘consultor’, 🙂

  3. Goio, toda la razón. Cuanta de-formación en la palabra valor, ¿verdad? Sobre eso creo que te puede gustar el post de hoy de cumClavis, Manel: La orientación a la utilidad.

    Lo de ponerle el guión a in-tuición, es una excelente idea. De hecho creo que en eso ando. Cuando los recursos de información eran escasos, era fácil descargar culpas de los errores. Ahora estamos en la fase de atribuirlos a la infoxicación. Va llegando el momento de centrar responsabilidades y hacer algo. De entrada, averiguar qué narices significa valor. Y de que quien tiene responsabilidades descienda a la arena.

    Me resulta muy gratificante tu opinión porque viene desde el día a día de la empresa. Y de una ámbito que me toca muy de cerca, la I+D+i.

    Muchas gracias 🙂

  4. Manel, lo de la incertidumbre délfica lo incorporo a mis presentaciones. Sin duda un merecido homenaje a la Sibila de Delfos y de gran utilidad para mi 🙂

    El problema con la incertidumbre, como abordabas en tu blog hace poco, es que al no tolerarla ni siquiera le hacemos frente. Es cierto que hay personas que tienen mayor capacidad para gestionarla, un talento natural que no se suele valorar, pero incluso esas personas se encuentran con el problema de transmitirla. Es decir, si no se trabaja en racionalizar y comunicar esa intuición (sentido común que se le llama cuando las soluciones se hacen obvias) se convierte en un «acto de fe» tan difícil de sobrellevar para quien dirige como para quien tiene que ser dirigido. Lo que tú explicabas recientemente, vaya.

    Magnífico el vídeo. Me gusta lo del círculo de oro. Nos sobra gente hablando de planes y nos falta sueños y personas que nos hablen de ellos.

    Un honor que me consideres colega. Muchas gracias 🙂

  5. Estupenda reflexión Isabel. Cuantas cosas para pasar a mis anotaciones!.
    Tal vez la consultoría es sobre todo un proceso verbal y experiencial, en el que la función del lenguaje, de las conductas y relaciones que se están analizando es una de las claves para descubrir porqués y paraqués, para entender contextos y significados o para intuir caminos y construir posibles soluciones. Trabajar desde ese enfoque es caminar en arenas movedizas, contar con la incertidumbre como parte del juego, y además implica un tipo de aprendizaje y unos procesos mucho más difíciles de describir y de traducir en forma de decálogos, píldoras o métodos estandarizados.

    En tiempos del dominio de la comida rápida, cocinar sin recetas no suele ser muy popular. Pero la innovación no viene de los que cocinan siguiendo paso a paso el mejor y más completo libro de cocina, sino de los que practican esa intuición in-formada, del aprender haciendo, de esa manera de escuchar para hacer hablar a los que atesoran horas y horas de experiencia y de pensar más en clave de funciones y relaciones que de formas y esquemas previos.

    Un saludo.

    1. Siempre es el proceso, ¿verdad? 🙂

      Ayer escuché dos intervenciones que me entusiasmaron, mejor dicho, me entusiasmaron las personas y lo que contaron. Aunque el tema era otro, es aplicable a lo que comentamos aquí. La primera fue Ester Bonal, directora de XAMFRA, el Centro de Música y Escena para la Inclusión Social en el barrio del Raval de Barcelona. Impresionante la iniciativa, e impresionante ella. Su exposición y relato del proceso es de lo mejor que he escuchado porque habla desde los hechos.

      De la segunda, Marga Íñiguez (personaje im-presionante) anoté algo que justo encaja con lo que comentas de las arenas movedizas y contar con la incertidumbre como parte del juego. Decía Marga que “la incertidumbre es la certeza de la duda”. Es una de esas obviedades que me encantan porque desde el momento que pones las dudas en palabras, o que buscas palabras para las dudas, el panorama se despeja.

      Por cierto, que también utilizó una definición de “silencio” que me apropio: “Un espacio en el que no esperas nada y aceptas lo que te es dado”.

      La verdad es que cinco años después de haber escrito este post me sorprendió a mí misma la reflexión. Gracias Manuel. 🙂

      Un abrazo

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