Otras miradas

Borboneando

Didáctica diversión

Probablemente de no haber conocido previamente a Juan Granados la prioridades no hubieran permitido que La Breve Historia de los Borbones se colocara entre las lecturas inmediatas. Lo cierto es que he disfrutado con su lectura.

Aficionada a la historia, pero más a la intrahistoria, una vez más olvidaré nombres y fechas, pero no el relato, los motes, las anécdotas… Y mucho menos esa extraña sensación de reflejo secuencial en la que ya no sabes a que tiempo histórico pertenece lo que estás viviendo. Triste realidad, poco hemos cambiado.

El gazpacho de remezclas familiares se hace ameno a través de la anécdota y el toque irónico que el autor desliza con la frecuencia justa. Por otro lado, teniendo en cuenta la capacidad de supervivencia (pragmatismo, que le dice Juan) que caracteriza a la dinastía, se diría que el relato termina en un «continuará», siempre y cuando el país que la sostiene se mantenga, claro, porque lo de la misa ahora ya no sirve.

He de reconocer que a veces se me debilitaba la tensión lectora, que de buena gana hubiera seguido la pista al espionaje promovido por el Marques de Ensenada en los astilleros ingleses o a la indolente y conocida promiscuidad de ellos y ellas. Historia de camas y locuras, de eclesiástica tolerancia a la inmoralidad, de pasotismo popular cuya venganza no pasaba del mote y el chascarrillo mientras las cosechas se fueran manteniendo.

Hay excepciones, claro. Honrosos intentos de modernización truncados por falta de tiempo para desarrollar los programas o asfixiados en miopes intrigas. O incluso por querer hacer cambios demasiado rápido. Ya se sabe, el pueblo quiere que le dejen vivir en paz. Nada nuevo, el mismo país a la deriva que ya conocemos.

Y mientras las páginas se fueron llenando de anotaciones, una descripción me destacó especialmente: La del tormento aplicado al asesino de Enrique IV. Puro gore:

Ravaillac sufrió tormentos durante tres días, luego fue conducido a la pala de la Grêve. Allí se le arrancaron las tetillas y otros trozos de su carne con tenazas, fue quemado en diversas partes del cuerpo (pecho, caderas y piernas) con hierros al rojo vivo. La mano que había empuñado el puñal homicida fue abrasada con azufre ardiendo y en las heridas y las quemaduras se vertió una mezcla de plomo derretido, aceite hirviendo y resina ardiente. Una vez terminado esto, se le ató de manos y piernas a las colas de cuatro caballos y fue desmembrado, Sus miembros fueron quemados y todo su cuerpo quedó reducido a cenizas.

Desde luego hay que reconocerle el mérito a la constante lucha de la saga por perpetuarse y mantenerse en el poder. Ahora lo de la descendencia no es el problema pero el resto… ¿Quién sabe? Habrá que reservar las preguntas  para el 26 de enero en la FNAC coruñesa o para la próxima cena con tertulia, si es que tiene tiempo, claro.

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5 comentarios

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